En una convención de nobeles
Mentes brillantes
Cubiertas con laureles,
Todos impecables
Maravillosos trajes,
Zapatos inmejorables,
Me colé yo con mi chándal
Ropa ancha
Los cascos en el cuello
Y la habitación sobrevuelo,
La sala enmudeció
súbitamente
Y como a un pobre
desgraciado
Me despreciaron,
Todos escritores de prosas
Fueron sacando sus mejores
cosas
Yo sentado y riéndome
Educadamente esperé
Llego mi turno
Y ni siquiera mi mejor obra
les mostré,
Reinaba el silencio del
murmullo
Nadie quería aplaudir
Por si era mejor que lo
suyo,
Enrollé el papel
Tal cual entré con él,
Y me marché levitando
Entre filas de butacas
A todos fui saludando,
Me apodaron el Buen Poeta
Demostrando una vez más
Que importa la cabeza